Un breve paseo por el centro de Santiago es suficiente para transportarte a otro lugar, a una Caracas santiaguina, donde el 40 % de los venezolanos emigrados a Santiago de Chile decide vivir y abrir sus tiendas y restaurantes. En solo dos años la comunidad venezolana se ha convertido en la más numerosa del país andino. Ya son más de 300.000 y según cálculos del Instituto Nacional de Estadística chileno, cada año el número de familias que huye de Venezuela destino al Sur se triplica respecto al anterior.
Estos cuatro relatos son fruto de conversaciones y entrevistas, en casas y comercios, con algunas personas que dejaron su país en busca de una vida mejor. Nasly, Kenia, Mónica y Luis hablan sobre sus esperanzas y proyectos de vida, sobre política y vivencias personales; esto es, la mirada desde la distancia de cuatro venezolanos que viven en la Comuna Centro.
Nasly, 25 años, ingeniera civil. Un año en Chile

Vine a Chile porque estuve involucrada en una situación muy peligrosa. Mi padre tiene una cadena de restaurantes y un día al salir de uno de ellos, cuatro personas encapuchadas nos interceptaron con su carro y nos metieron en él. Nos dieron vueltas por toda la ciudad y nos quitaron las cadenas y todas las cosas que teníamos, incluidas las tarjetas. Lo más deprimente es que ellos no solo buscaban lo más valioso, también nos robaron comida del restaurante. En un país normal no se roba por comida, sino por otras cosas. Al llegar la madrugada nos soltaron y, no sé cómo, nos sacaron todo el dinero de las cuentas. Había uno de los muchachos que nos tranquilizaba, pero otros decían otras cosas (...) las emociones a mil. Recuerdo poco. Una semana después, teniendo trabajo y carro, me dijo mi madre: "Te vas a final de mes".
Como me fui tan rápido, lo que hice fue intentar que me apostillasen todos los documentos y, claro, todo eso es un proceso que dura meses, pero pagando siempre puedes adelantar y, de hecho, hay muchos gestores que te dicen: "Mira, dame tanto y yo te gestiono el proceso en solo una semana". Es corrupción, pero ante la necesidad te obligas a hacerlo.
La crisis venezolana venía pasando desde un tiempo atrás con la llegada de Hugo Chávez. Estaba todo bien, pero empezó a hacer muchas cosas tras telones y quien estuviera actualmente en la presidencia iba a pasar por este mal rato. De hecho, hasta la mentalidad del pueblo cambió totalmente. Tú puedes ver muchas familias que votaron en las elecciones por ellos para recibir algo a cambio. Conozco muchas personas que trabajaron en entes políticos y es horrible. Los militares, los ministros (...) todos funcionan bajo una cadena de corrupción y actualmente, pocas son las personas que quedan en Venezuela y que quieren buscar la parte positiva.
Muchos venezolanos eligen Colombia, Perú, Ecuador y Chile porque son los países más cercanos a Venezuela. De hecho, he visto a mucha gente que ha ido a pie a centros de acopio situados en la frontera de Colombia, también en Bolivia, pero más que nada por la cercanía. No todo el mundo se puede permitir un pasaje de avión e irse a España. Por ejemplo, una amiga venezolana con la que me reencontré aquí vino en bus y tan solo lleva en Chile seis meses en un trabajo donde la tratan fatal. Es injusto. Me maté estudiando y por la necesidad de mi país tuve que irme. Vas a los restaurantes de Santiago y el camarero es ingeniero comercial, la que lava el copero es educadora. Toda la gente que hemos venido somos profesionales jóvenes. La mayoría de papás y mamás se quedaron allá.
Nasly habla sobre qué supone para ella el líder opositor Juan Guaidó:
¿Qué le diría a Maduro? ¿Puedo decir groserías? ¡Odio a Maduro! ¡Lo odio! Es lo peor. Él, Chávez y su núcleo han sido el cáncer de Venezuela. Ciertamente está mal que haya un enfrentamiento armado, que era lo que se tenía pensado, pero si actualmente no ha pasado nada no veo otra solución, a menos de que Maduro se muera y de verdad. La intervención militar es la única salida porque las elecciones no son fiables. Maduro no va a soltar el cargo y si bien es cierto que habría mucha sangre, la verdad es que no veo otra salida. Como yo también lo piensan otras personas que están en Venezuela. No hay luz, no hay gasolina, no funcionan los cajeros para sacar dinero, entonces la opción más radical y efectiva es esa. Me duele pensar así.
Kenia, 42 años, estilista. Dos semanas en Chile

Me vine con mi hija y con mi nieto a Santiago de Chile por autobús durante ocho días desde Ecuador porque tenía un amigo acá que me consiguió arreglar una residencia. Antes estuve tres años en Ecuador, pero me fui a causa de la xenofobia.
Kenia relata el episodio de violencia y xenofobia que vivió en Ecuador:
Tengo un vídeo en las redes sociales haciendo muestra de mi desesperación y pidiendo auxilio para que nos ayudaran porque, de verdad, nos querían linchar. El hecho de que lleve una nacionalidad no significa que yo sea una asesina. En todo país hay asesinos y ladrones, pero eso no significa que todos seamos iguales. Yo le agarré mucho miedo a Ecuador y traté la manera de salir de allá.
Mensaje de Kenia a través de redes sociales. Fuente: YouTube.
Estos días en Santiago han sido complicados, pero aquí la gente es colaboradora. No te esquivan y te miran a la cara. En el futuro, espero poder trabajar para poder ayudar a mi familia y para mejorar como persona. Quiero conseguir un trabajo para poder legalizarme y si en mi país llegara a mejorar la situación, me gustaría regresar porque realmente extraño Venezuela. Hace tres años que no veo a mi mamá y a mis hermanos.
Veo las noticias llena de tristeza y soledad. Acá las comodidades no son las mismas porque yo en Venezuela tenía mi casa y mi negocio y en Chile, dependo de alguien. Sin embargo, no dejo de pensar que aquí estamos mejor porque tenemos acceso a la medicina o a un mercado. La solución que le veo a mi país es una intervención. Este es un narcogobierno y solo se puede llegar a una conversación con persona decentes. Es imposible. A los delincuentes se les trata como delincuentes.
Mónica (nombre ficticio), 26 años, dependienta. Seis meses en Chile
Una vez, antes de venirme a Chile, estaba en la casa de playa de unas amigas en Puerto La Cruz. Al ver que había varios carros nuevos estacionados, unos asaltantes entraron y una vez dentro uno de ellos sacó un arma. Justamente, una de las personas que estaba en la casa era amiga de la madre del chico que sacó la pistola y le dijo: "Soy yo ¿No me reconoces? Baja el arma". Finalmente el muchacho se fue. Son cosas que crees que no te van a pasar.
Decidí venirme y conseguí los permisos porque la mamá de mi mejor amiga trabaja en la Interpol. Mis padres no querían que me fuese porque tienen una ideología política muy distinta a la mía. Ellos creen en el Gobierno y piensan que pueden cambiar las cosas porque ellos, de alguna manera, se beneficiaron en su momento (...) Mis papás ahorita están jubilados, pero trabajaban en el banco de Venezuela, en el antiguo Banco Santander que fue expropiado por Chávez. Mi hermana trabaja en el Palacio de Gobierno. Para ese momento, el que era mi novio también. Yo estaba hundida al ver todo lo que hacían y de la corrupción plena existente.
El Gobierno en sí te da universidades gratis y eso está muy bien. El problema está en quién trabaja en esos lugares y qué hacen para manejar la ideología de las personas. Hay universidades que son creadas por el Gobierno y en ellas te obligan a ir a marchas o tienes materias donde hablan de lo bueno que es el socialismo. Que la universidad sea gratis es perfecto, el problema es el nivel que te da esa universidad y cómo te prepara como profesional.
El Gobierno está dándoles buenas cosas a los militares o a aquellas personas que tienen cargos altos en institutos donde se maneja el dinero. En Venezuela, tenemos una bolsa alimenticia de productos de primera necesidad y a estas personas se las dan por solo cinco dólares cuando el resto paga más. Por ejemplo, la mamá de mi exnovio trabajaba como asistente de Hugo Chávez y a ellos sí los tienen bien cuidados. Después de venirme, a ellos les dieron una nevera y otros productos.
En mis circunstancias podía hacer muchas cosas que otra gente no se ha podido permitir. Aquí es donde viene mi pregunta: Nosotros estamos perfectos, pero ¿Y las demás personas? Yo puedo manejar un carro, pero ¿Y la seguridad? He escuchado que los supermercados estaban vacíos, pero los supermercados no están vacíos. Están repletos de comida muy cara que las personas no pueden comprar.
Por orgullo no pienso volver. Si llego a mi casa y digo: "Volví" creo que me matan (ríe). Si me vine es para tener un proyecto de vida aquí y creo que va a pasar mucho tiempo hasta que se arregle todo. Unos y otros nos hemos dejado llevar por lo que está pasando y la sociedad está muy polarizada. El hecho de que aquí en Chile, a pesar de nuestras diferencias, estemos igual de mal te enseña mucho.
Creo que el porcentaje que apoya al Gobierno es alto. En los medios no se nota, pero hay mucha gente a favor de Maduro. Yo ya no estaba en Venezuela por aquel entonces, pero lo que hizo Guaidó solo fue a nivel mediático y en las calles seguro que no se notó, sobretodo en barrios donde las personas tienen pocos recursos. Las caceroladas ocurrían solo en Altamira y allí es donde acudían los medios. Eso no es toda Venezuela.
Aunque se vaya Maduro todavía faltarían muchos años para que la situación mejorase. El poder que tienen las personas del Gobierno es increíble y te lo digo conociendo un millón de cosas. A Guiadó, la verdad, no sé si creerle porque han existido un millón de personas prometiendo cosas. No sé si apoyaría que un país interviniese Venezuela, aunque creo que a Maduro hay que matarlo. Dentro de mi cabeza han pasado miles de cosas, como que ojalá vengan los gringos e intervengan, pero después piensas en tu familia.
Luis, 57 años, comunicador social. Un mes en Chile

Estoy acá por la situación que atraviesa mi hermoso y gran país. Vine en avión y para pagar el pasaje tuve que vender todas mis propiedades. Dejé mi profesión y mi empresa. Yo trabajaba en publicidad con algunas radios e incluso la televisión. Vine completamente solo porque mi esposa y mi hija estaban ya acá porque la familia de mi esposa reside aquí desde hace mucho tiempo. De hecho, su hermana mayor, que es la que lleva acá como trece o catorce años ya tiene la nacionalidad chilena. La región de donde yo soy, Maracay, es muy calurosa. Pueden hacer 40 grados y estar siete, ocho o diez días sin electricidad (...) te puedes imaginar las dificultades que supone no poder beber agua fría o no dormir con aire acondicionado.
Luis da su opinión sobre qué solución funcionará en el conflicto de Venezuela:
Mis expectativas, mi anhelo, mi sueño es seguir formándome en este país. No es fácil emigrar a otro lugar a mi edad. Yo lo tenía todo y aquí estoy comenzando desde cero. Tengo esperanza en Dios de que voy a salir adelante. Gracias a él, mi esposa e hija ya trabajan, en lugares que no llenan nuestras expectativas pero (...) Hoy precisamente me encuentro triste por las imágenes que veo, expectante por ver lo que puede surgir porque, viendo la situación, no hay otra salida. Lastimosamente, estoy de este lado y, aunque no esté allí, igual sufro. También veo cómo se desangra mi país, cómo se desmorona y estoy aquí precisamente por eso, por las condiciones de vida que teníamos allá.
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