
El periodismo de investigación ha cambiado mucho en la última década y en la actualidad, los medios se coordinan a escala global para descifrar algunas de las tramas corruptas más complejas, como el caso The Panama Papers. Sobre democracia, WikiLeaks, transformación digital e independencia periodística, dialogamos con la periodista Francisca Skoknic.
Francisca Skoknic es periodista de investigación especializada en paraísos fiscales. Fue subdirectora del medio de investigación CIPER y antes trabajó cubriendo política, economía y negocios en Siete+7, El Mostrador y El Mercurio. También fue Premio Periodismo de Excelencia al mejor reportaje de 2008 por la Universidad Alberto Hurtado por una serie de investigaciones sobre las irregularidades en el Registro Civil en América Latina y el Caribe. En la actualidad, es parte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (CIPI), que ha destapado algunos de los escándalos más conocidos hasta la fecha, como The Panama Papers.
Pregunta: Antes de hablar de sus inicios, creo que la actualidad impera en el orden de mis preguntas. Recientemente el activista Julian Assange ha sido detenido en la embajada de Ecuador en Londres. Hace unos años CIPER trabajó en la difusión de los cables de WikiLeaks. Cuénteme cómo se fraguó esta colaboración.
Respuesta: Cuando nació Wikileaks, Assange y su equipo lanzó Cablegate, que supuso la filtración de miles de documentos diplomáticos pertenecientes a Estados Unidos. Una de las cosas más inteligentes que hicieron fue la creación de un consorcio de colaboración en el que estaban El País, Le Monde o The Guardian, entre otros medios. Los periódicos recibieron el paquete de cables, pero era tanto el material que fue imposible para ellos sacar todo a la luz. Es por ello que en una segunda etapa eligieron a un medio por cada país, y ahí eligieron a CIPER para Chile. En aquella época no entregaban la información vía electrónica y había que ir a Inglaterra a buscarla. Yo viajé, conocí a su equipo y, de alguna forma, hicimos un trato para el intercambio de información en nuestra zona. En realidad los cables más jugosos sobre Chile ya los había publicado El País, pero nosotros no lo sabíamos en aquel momento y más bien el debate que hubo dentro de la redacción fue si debíamos gastar tanto dinero en el viaje, pues nosotros éramos un medio pequeño con poca plata.
P: ¿Qué supone para usted su detención?
R: Hay varios países, entre ellos Estados Unidos, que tienen la tentación de penalizar, ya sea tanto a los filtradores como a los medios que publican sus informaciones. Ambas cosas son muy peligrosas para la libertad de expresión. WikiLeaks es una plataforma que ha divulgado la mayor parte de las veces material que tiene interés público, como en el caso de los cables. Ahora bien, a mí me gustaba más cuando no solo sacaban las filtraciones, sino que trabajaban con periodistas, con profesionales que estaban capacitados para determinar aquello que tenía interés público o no. Lo digo porque, de repente, se han filtrado correos electrónicos personales y no creo que eso tenga interés.
P: ¿Qué le empujó a hacer periodismo de investigación?
R: Partí trabajando en El Mercurio en la sección de política. Luego empecé a trabajar en El Mostrador, que era uno de los primeros diarios exclusivamente electrónicos de Chile y en aquella época, a comienzos de los 2000, era bastante conocido porque reportearon mucho sobre el Caso Pinochet. Me invitaron a trabajar en la sección de economía, pero no para hacer el día a día, sino para que contase historias del poder. Durante mi trabajó allí hicimos temas muy importantes para la política pública chilena como, por ejemplo, descubrir cuántos impuestos pagaban las empresas mineras o la historia detrás de algunos procesos judiciales en los que estaban envueltos empresarios chilenos y de los que nadie hablaba. Durante la realización de estos reportajes me entusiasmé con la idea de que en realidad había muchas cosas que nadie estaba contando, que estaban un poco escondidas pero que en realidad tampoco costaba tanto desenterrarlas.
Luego fui a trabajar a una revista que se llamaba Siete+7 y que estaba dirigida por Mónica González, la periodista de investigación más famosa de Chile por sus trabajos durante la dictadura. Ella nos empezó a enseñar algunas técnicas de investigación y, de alguna forma, uno de los trabajos que hice me cambió porque vi el potencial que tiene una tema cuando un periodista se obsesiona con él. En el año 2002 todavía estaba Pinochet en Londres y el Senado de Estados Unidos sacó un informe que mostraba que no solamente era un violador de los derechos humanos, sino que también había robado millones de dólares. Entonces nos pusimos a buscar y encontramos en los archivos cómo el ejército le había llevado a esconder su fortuna y cómo había dividido con su mujer para no que no se la embargasen. Esta investigación fue muy importante para el proceso judicial posterior.
P: Hablabas de cierto inmovilismo dentro del sistema mediático chileno. ¿Qué supuso la llegada de CIPER?
R: CIPER era nuevo porque por primera vez había un medio digital que se dedicaba exclusivamente a la investigación. Originalmente, nosotros queríamos vender investigaciones a la prensa pero, claro, en Chile solo hay dos grandes empresas de medios y a nosotros nos financiaba una de ellas. Era algo inviable.
Llegó un momento donde teníamos varias investigaciones, pero no teníamos dónde publicarlas. Fue en aquel punto donde pensamos en Internet. Yo entonces no tenía mucha fe, estábamos en 2007 y pensaba que el impacto del digital no era el mismo que el del papel y, además, creía que nuestras investigaciones eran muy largas y nadie las iba a leer. Luego el tiempo nos demostró que no era así. Años después el modelo se transformó en una organización sin fines de lucro y CIPER se parece ahora a un modelo que se repite en varias asociaciones estadounidenses, como Center of Public Integrity.
P: ¿Cómo se ha financiado el medio? Debe haber un gran conflicto de intereses por parte de los donantes ya que corren el riesgo futuro de ser investigados.
R: En el pasado la mayor parte del dinero venía de una donación de Álvaro Sahie, que es el controlador del grupo mediático Copesa S.A. Hace un par de años empezó a retirar su capital y ahora mismo recibimos dinero de varios sitios. CIPER es un medio que tiene dificultades para sobrevivir y, sobre todo, es incómodo. El modelo no está afianzado, en Chile no hay cultura de la donación y tampoco hay tantos beneficios tributarios para los empresarios.
P: ¿Cómo se acaba entrando en el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (CIPI) y formando parte de investigaciones tan importantes?
R: En conferencias internacionales conocí gente del CIPI y quisieron trabajar con CIPER. El primero de los trabajos fue una investigación sobre la pesca ilegal que se estaba dando en toda la cuenca del Pacífico. Era una investigación mundial, había un capítulo europeo, otro de norteamericano, etc. Fue una buena experiencia pero a la vez difícil porque tenías que trabajar con gente de otros países que tenían sus propios intereses. De la investigación salió un dato relevante para las políticas públicas de Chile: ¿Quiénes son los dueños del mar? Se descubrió que en realidad había solo siete grandes empresas que dominaban los recursos y esta información originó la Ley de pesca, que aún no ha sido finalizada.
Después fui a hacer una pasantía a Washington y en aquella época el CIPI estaba pasando por una crisis, dependían en aquel momento del Center of Public Integrity y tenían muy pocos periodistas. Cuando yo llegué había solo cuatro personas trabajando en un archivo que habían recibido sobre sociedades en paraísos fiscales.
P: ¿Esto desembocó en el caso The Panama Papers?
R: Todo esto desembocó en Offshore Leaks, una página donde ellos estructuraron esos datos y donde podías buscar por sociedades. A propósito de esto, cuando unos periodistas alemanes reciben la información originaria de The Panama Papers, se dieron cuenta de que la organización capaz de procesar el material eran los mismos de Washington. De esta forma, se contactaron y The Panama Papers se integró a la base de datos. Los papeles de Panamá forman parte de otras tres o cuatro investigaciones que convergen juntas.
P: Cada dos semanas suele aparecer algún tipo de información relacionada con los negocios del presidente chileno Sebastián Piñera. Algunas de sus investigaciones han estado centradas en este multimillonario metido a presidente. ¿Qué supone para usted esta figura a la que ha dedicado tanto tiempo a estudiar?
R: Hay un aspecto que no se sabe cuándo se leen artículos. Piñera tiene una personalidad muy particular y ésta lo ha llevado a darse cuenta muy tarde de que tiene que tomar decisiones sobre sus negocios. Cuando empezó su carrera política como senador, esta división entre la política y sus empresas no era tan exigida por la sociedad, pero cuando fue candidato presidencial era uno de los hombre más ricos del país y tenía participación en empresas muy significativas, como el club de fútbol más popular de Chile, Colo Colo, o la aerolínea chilena LATAM. También era dueño de un canal de televisión.
Él creía que los negocios no tenían ningún impacto en la política y se empezó a dar cuenta de que sí, de que, efectivamente, podía perder las elecciones. Al final vendió sus participaciones millonarias y así obtuvo mucha liquidez. La cuestión a investigar fue saber hacia dónde invertiría de nuevo ese dinero. Desde ese momento ha habido una enorme tensión entre Piñera, evitando tomar grandes decisiones, y la opinión pública, presionándole. Alguien, y ese alguien es la prensa, tiene que estar permanentemente recordándole sus conflicto de interés porque si no él no toma decisiones. Esto podría tratarse de un caso de manual de cómo la prensa fiscaliza a los políticos. Por la estructura de la prensa chilena muchas veces le han dejado pasar cosas permanentemente y la entrada de medios más pequeños, como CIPER o El Mostrador, ha puesto temas en la mesa a los que los medios grandes al final han tenido que reaccionar, como la historia del hijo que viajó a China.
留言