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SOBRE MÍ

Soy Héctor Juan (València, 1994). Trabajé como becario en la Agencia EFE y he llevado a cabo varios proyectos personales como el lanzamiento de una revista política en papel llamada El Braserillo.

Este medio aborda temáticas sociales de todo tipo desde un punto de vista análitico, cuenta qué sucede entorno a los movimientos migratorios que marcan nuestra actualidad e indaga sobre los aspectos que marcan la política internacional.

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El Partido Popular Europeo y Viktor Orbán, escenas de interior

Foto del escritor: Héctor JuanHéctor Juan

Actualizado: 5 jun 2019

La permanencia del partido ultraderechista húngaro Fidesz confirma la radicalización que la coalición popular ha experimentado en los últimos tiempos

Viktor Orbán. Autor: Héctor Juan.


A dos meses para las elecciones europeas y con la ultraderecha comiéndole terreno en las encuestas, el Partido Popular Europeo (PPE), el grupo más grande e influyente del Parlamento Europeo, ha decidido eludir la expulsión de unos de sus integrantes, el Fidesz húngaro, partido del primer ministro Viktor Orbán, y aplicarle tan solo una suspensión temporal.


Tras año y medio de intenso debate, los populares permitirán al autoproclamado líder de las "democracias iliberales" permanecer en su coalición. Un movimiento esperado, pues el temor por parte del PPE de que Orbán, cansado por las amenazas, se marchase a otro grupo más radical crecía y la aportación húngara, jugosa en escaños, es indispensable si los populares ambicionan ganar las elecciones. Hechas las sumas y las restas, desprenderse del Fidesz ultraderechista salía muy caro, aun sabiendo que su discurso extremista contaminará al resto de socios.


Vídeo vía YouTube: El País.


La presión de algunos partidos del norte de Europa por sacarlo ha resultado parcialmente ineficaz y el húngaro, profeta del nuevo nacionalpopulismo que profesa la francesa Marie Le Pen o el ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, cumplirá sus deseos de prolongar esta relación de mutua dependencia. A ojos de la prensa internacional, Orbán se ha convertido para el Partido Popular Europeo en un indeseable indispensable.


Aún sin ser conocido para el gran público, el primer ministro húngaro encarna el ideario que azota al continente en la actualidad. Su pequeño y olvidado país, lejos de resultar intrascendente, ha recibido duras reprimendas desde Bruselas por "no respetar el Estado de Derecho" e incluso el pasado septiembre, la Eurocámara votó a favor de aplicarle sanciones disciplinarias que pueden acabar con su expulsión de la Unión. Acusado de no permitir la entrada de refugiados, de crear leyes antidemocráticas y de menoscabar la libertad de prensa, Fidesz ha sido una piedra en el zapato para unos altos mandos populares que no sabían muy bien qué hacer con él.


Expulsarlo o no, ese era el dilema al que estaba enfrentado el Partido Popular Europeo, aun sabiendo que perdería escaños. Sumar trece asientos a su bancada y conceder a Orbán el escaparate y los focos de su coalición, o desterrarlo para siempre y apostar por combatir la xenofobia desde la moderación y el centro. A todas luces, la primera opción ha sido la elegida.


"Estoy harto de cooperar con los liberales, deberíamos mirar a la derecha", señalaba Orbán el pasado noviembre en una rueda de prensa en Budapest. Su apuesta, la ganadora en este combate ideológico, ha partido en dos la coalición y, ahora, las riendas del PPE las toman otros. Nuevos rostros jóvenes que, como definía el analista Ángel Ferrero, son de un azul cada vez más oscuro. Los ejemplos resultarán familiares. En España, la irrupción de Vox ha provocado la llegada de Pablo Casado al PP, más beligerante con las izquierdas que su antecesor Mariano Rajoy. En Alemania, la nueva líder democristiana, Kramp-Karrenbauer, se perfila como una política más conservadora que Merkel e intentará competir el voto a los ultras de Alternativa por Alemania (AfD). La Plataforma Cívica polaca no puede plantar batalla a los ultracatólicos del partido Ley y Justicia (PiS); y el caso contrario ocurre en Austria, donde el presidente del PP, Sebastian Kurz, estrecha relaciones con el xenófobo Partido de la Libertad (FPÖ).


Con el signo de los tiempos corriendo a su favor, el primer ministro húngaro se siente fuerte, gana puntos entre los euroescépticos y ahonda en la brecha. Se permite llamar "tontos útiles" a sus colegas populares y en base a golpes de audacia, gana popularidad entre su electorado atacando duramente a sus dos principales antagonistas, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y el empresario estadounidense liberal de origen húngaro, George Soros. "Tienes derecho a saber qué es lo que Bruselas planea", puede leerse en los carteles que llenan las calles de Budapest junto al rostro de los dos protagonistas, en referencia a la política comunitaria de asilo.


"Tienes derecho a saber qué es lo que Bruselas planea". Fuente: Getty Images.

Las encuestas también le favorecen. Mientras Fidesz sube en votos, el Partido Popular Europeo baja y, a la vez, más dependiente se hace de él. Según una proyección de la Eurocámara basada en sondeos recogidos en 27 países, el PPE se mantendría primero, aunque perdiendo 36 escaños y Orbán ganando 1. Esta estimación supondría, por ejemplo, que Hungría estaría aportando los mismos escaños que España, con 13, y sería de facto el cuarto país que más parlamentarios aportaría.

Sondeo a las elecciones europeas. Fuente: Parlamento Europeo.

El medio especializado en información comunitaria, POLITICO, prevé que el grupo popular bajará en 41 parlamentarios respecto a 2015 hasta llegar a los 118, en contraposición con la ultraderecha, que ganaría 26 nuevos asientos hasta alcanzar los 61. Incluso en términos relativos, el portal European Election ilustra que Hungría sería el país con mayor porcentaje de voto al Partido Popular: el 53 % de los votantes elegirían al Fidesz.


Hungría (HU) aportaría los mismos escaños que España (ES) y Rumanía (RU). Fuente: Parlamento Europeo.

Por si fueran pocos los motivos, la Unión Europea, presidida por el PPE, también está atada a la economía húngara. Según informe de la OCDE, casi el 80 % de las exportaciones de este país están producidas por empresas extranjeras, en su mayoría alemanas, austriacas y francesas y por añadidura, el 48 % del PIB del país depende de la salida de mercancías.


Ahora bien, que el Fidesz no iba a abandonar la coalición conservadora no ha resultado una sorpresa para los analistas. En noviembre, los populares ya dieron un primer paso eligiendo al alemán Manfred Weber como su cabeza de lista, un candidato a presidir la Comisión Europea que se ha definido por su tibieza ante Orbán. Sin ser tan extremista como el húngaro, pero consciente del valor de sus escaños, Weber se ha mostrado dispuesto a interpretar una partitura ajena a él. Ha lidiado con las demandas de expulsión de trece países, PP español no incluido, y haciendo oídos sordos a la llamada "ley esclavista", reciente legislación laboral por la cual el trabajador húngaro pasará de 250 a 400 horas extra al año, se ha apuntado un tanto consiguiendo tan solo una suspensión. Desde ahora y sin fecha final prevista, Fidesz no podrá participar en los congresos de la coalición ni proponer candidatos a sus puestos.


El futuro resulta halagüeño para los nacionalpopulistas. El eje franco-alemán cimentado por Angela Merkel y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se diluye lentamente y ha resultado ser un antídoto al fascismo inefectivo. La canciller no buscará una reelección y en 2021 dejará la política. Por su parte, Macron, nueva esperanza del liberalismo hasta hace dos telediarios, baja en popularidad mes a mes a causa de la crisis de los chalecos amarillos. Una nueva hornada llegará en mayo. Nuevos partidos radicales y nuevos parlamentarios de corte ultraderechista. Orbán será su ejemplo a seguir. Él ya allanó el camino.



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